viernes, 29 de abril de 2011

Marrakesh

- ¿Qué buscáis? 
- ¡Corre, corre, que es un guía!
- ¿Os puedo ayudar?

Y nosotras seguíamos acelerando el paso porque a esas alturas (y no habían pasado muchos días aún) estábamos un poco hartas de los ofrecimientos "ven, que te enseño esto", "¿queréis ver aquello? yo os llevo" por unos cuantos dirhams. No era tanto cuestión de dinero como de tener que decir que no una y otra vez mientras ellos seguían insistiendo.

Al final paramos por dos segundos y después de dejar claro que nosotras lo único que queríamos era llegar al dichoso palacio, Mustafá nos enseñó el camino y volvió a su tienda.

Fuimos nosotras las que volvimos a la tienda preguntando por él para que nos ayudase a encontrar la sinagoga en el barrio judío.

Ese día terminamos teniendo una sesión de limpieza facial y maquillaje gratis, y una invitación al iftar para esa misma noche.

Después de un par de días y ya éramos tres más de la familia (recuerdo sobre todo un sobrino pequeñajo que era la alegría de la casa)  rompiendo el ayuno. Bueno, romper, romper, lo que se dice romper nosotras... poco, pero ahí estábamos, comiendo con ellos mientras veíamos telenovelas en árabe y nos divertíamos inventándonos los diálogos.


Los días siguieron, las invitaciones continuaron y gracias a él y a su familia pudimos ver una parte de Marruecos a la que normalmente los turistas no llegan (si no me creéis, ¡probad un hammam local! o id al Valle de Urika para meteros debajo de la cascada que hay al final del camino, montaña arriba).


Lo que más recuerdo de Marrakesh es el calor del verano y la hospitalidad de Mustafá.

Una persona como él que piensa que lo que se necesita para parar tanto odio es simplemente educación y estar abierto a lo que el otro te tiene que contar, ¿cómo se sentirá ahora que ha explotado esa bomba en pleno corazón de la ciudad?.



1 comentario:

  1. es que...vaya vaya...llevo todo el día con una tristeza...:(

    ResponderEliminar

¿Y tú qué piensas?